Del viento, eslabones recadeno
las viejas palabras
que me trae.
Sorpresivamente.
Nombres y verbos, adjetivos y adverbios
encadenados, subterráneos,
destapan sus sudarios
y flotan hacia cosas y tiempos suyos,
fluyen hacia sus nuevas conexiones,
retejiéndose con nuevos hilos,
a nuevas caras luminosas,
como fantasmas reprocesados
en estreno de identidades.
No la repetición del antiguo
tedioso y conocido zumbido,
sino nuevos bautismos buscan.
No una reconstrucción literal,
sino una recreación recién traída
y recién nacida y editada
por los calados ventanales del memorar.
Nombres y rostros sin ensayar,
sin guión ni libretos,
improvisaciones reflectoras
de su fugaz tránsito
por la escena.

En el principio hubo una palabra
que lo decía todo.
Macho y hembra era esta palabra
que desde el infinito
vociferaba en el silencio de la nada
su continuo parto de significados.

Una palabra
que significaba todo lo que era,
había sido y podría ser.

Y la palabra murió de parto.
y los muchos significados prohijados por ella
se creyeron palabras autónomas y omnipotentes
como aquella primera palabra: Madre.

Ahora bien. Cuando la primera palabra única paría,
significado y significante
eran gemelos idénticos.
La cosa se hacía al mencionarla
y persistía en su eco.
El universo existía en su duración.
Las cosas eran las reverberaciones de la palabra.

Porque la palabra era igual
a todas las cosas.
El todo del todo.

Sus hijos quisieron perpetuar la dinastía,
la supremacía de la palabra.
Pero la muerte de la primera palabra
había hecho que toda palabra póstuma
sería también cadáver y mentira.

Pues la primera palabra era la cosa misma,
pero las demás no eran
siquiera sus parientes cercanos.

Sus palabras eran siempre esféricas u ovaladas
como huevos filosofales o sistemas solares
y universos
con la perfecta forma de trazos infinitos.

Ramillete de estrellas siempre traía
en su verbo,
y soles brotaban en pequeñas explosiones
lumínicas.

Su risa era como el divino croar cósmico
de la rana multípara y preñada
que salpica sus huevos
con la luz de las lunas.

Siempre vertía manantiales de luz
sobre mis sequedales y mis noches oscuras.

Hoy vuelvo a escucharlas.
Son como una mano bendita
que se tiende de puente entre las estrellas y mi alma,
al fin vuelvo a encontrarlas…

okeefe darkHuele a mar esta piedra
venida del mar …
que me anunció su espera desde niña,
a ese mar que desde siempre espera mi llegada
hasta la piedra
hermana de mi piedra,
la que bañada en un mar viejo,
tumbada entre corales,
dice mi nombre solitaria.

moon¿Cómo voy a decirte,
-después de tanto tiempo-
que la luna está ciega
por un astro distante,
que se adorna con flores
y se pinta la cara, y esperándolo
pasa las noches
perfumada en la playa?

¿Cómo hacerte creer
que la escuché llorando tras una nube blanca;
y sus lágrimas agrias
inundaban los mares
y agitaban las barcas?

¿Podré hacerte entender que está desesperada
porque su astro está preso
en la elíptica trama
de una inmensa galaxia,
voraz inmensidad que se lo traga,
y sus brazos estira tratando de alcanzar a su luna
a través de infinitas distancias?

¿No puedes comprender
que las lunas, soles y planetas,
y los solitarios turistas de las vías galácticas
prisioneros son de excéntricos arrastres,
y oscuras gravedades pueden arrancarles
de sus rutas marcadas?
¿Es que piensas tú que los astros no aman?

skyviewEl pájaro hechizado viste de luces,
plumaje filigrana
dorados tules.

Con tenuidad sonora
sin gravedad ni forma
sin densidad ni peso
trasciende mil espacios
hacia mundos secretos.

Más allá de los tiempos
en destellos avanza
como un cometa herido.

En la corriente cósmica
monta alto su vuelo
y en un encantamiento, surca los universos:
mares sin costas y playas sin arenas
en que el pez se enamora
del romper de la ola;
y en sus soles, cautivo, traga
el lastre galáctico de mil eternidades.

Lleva en las alas siglos de soles
con su garganta de oro canta bemoles
translúcidas escalas y ditirambos cósmicos;
y en orgásmico ritmo de eternidades
transforma al universo
en pura transparencia deslumbrante
lúcida como los soles que brillan
en mi alma.

¿Y qué hará el girasol
cuando el sol se haya puesto
habiéndose tragado
todas sus explosiones,
y el planeta se enfríe
como un circo desierto
y haya muerto el consuelo
que alienta sus amores?

¿A dónde volverá su rostro iluminado?
¿Para quién bailará su rubia cabellera?
¿A quién arrullará con su garganta de oro?
¿Y dónde encontrará otro sol que lo quiera?

A la hora del alba, cuando llame su nombre
y el sol no le responda,
¿a dónde irá perdido,
girando enloquecido?

Tal vez se arrojará girando locamente
en busca de otros soles.
O pedirá a una luna que enfríe sus ardores.
Tal vez surque el espacio
buscando locamente aquella estrella hermosa
que lo dejó llorando;
o quedará callado, incrédulo, especulando
que su romance fue un sueño de verano,
y que los soles son dioses intocables,
demasiado distantes,
y que los girasoles no pueden alcanzarlos.

O tal vez, en su angustia un sol desesperado
y perdido porque un girasol
se fue tras una luna una noche volando
le pide ser su amante
sin temores ni máscaras,
y el girasol, feliz, bese al nuevo enamorado.

Pero mi girasol
no cree en cuentos de hada.
Y sabe que los soles son de cosecha escasa.
Y llorará en el alba entornado hacia el Este.
Llorará al mediodía hacia el cenit mirando.
Y en las tardes serenas-automáticamente-
mirará hacia el poniente, y mirará llorando.

Van Gogh, Still life with two sunflowers Van Gogh, Still life with two sunflowers