Este sentir de profundidades oceánicas
ondea en las entrañas de mi yo perpetuo:
distancia y cercanía en abrazo solemne.
Tiempos y espacios inéditos se saludan
en el sacratísimo templo de la inmensidad
que sorprende por no ser buscada
y envuelve como primera madre sin nombre.
Sin ningún otro nombre que este sacro sentir
de su callada presencia amorosa
inseparable de la mía misma.